Si encuentra alguna inexactitud o texto que no se haya traducido o adaptado correctamente, envíe las correcciones a webmaster@mhanational.org para ayudarnos a garantizar la precisión en español.
If you notice any inaccuracies or text that has not been properly translated or adapted, please submit corrections to webmaster@mhanational.org to help us ensure accuracy in Spanish.
Me llamo Pertrina Thomas y trabajo en Consumer Advocate Network en Washington D. C. Me gustaría compartirles parte de mi historia: trauma, tragedia y mi salud mental. El trauma y la tragedia me llevaron a trabajar en mi salud mental, y mi camino hacia la salud mental me condujo a mi espiritualidad. Tuve experiencias muy traumáticas cuando era muy joven. La salud mental estaba fuertemente estigmatizada. Crecí y seguí adelante con mi vida, pero estos sentimientos me acompañaron durante mucho tiempo. Me llevaron a situaciones inesperadas y confusas. A medida que envejecía, me di cuenta de que quería algo diferente. Pero mis inseguridades me hicieron aislarme y no quería compartir nada sobre mí con el mundo. Nunca quise sonreír. Siempre había escuchado que había ayuda disponible, pero necesitaba aprender a abrirme y confiar.
Dios me guió a N Street Village, y N Street Village me guió hacia Dios. Estuve destrozada por tanto tiempo. No creía que la recuperación, ni siquiera la sanación, fuera posible. N Street Village es un centro para mujeres de todos los ámbitos. Pude quedarme quieta, concentrarme y, finalmente, confiar. Sentí la mayor serenidad y consuelo que había sentido en mucho tiempo. Sabía que Dios me había guiado hasta aquí. La rutina y la repetición del programa de N Street me ayudaron a cambiar mi forma de pensar. Ese ambiente se volvió espiritual para mí. Estaba rodeada de imágenes y personas que me daban seguridad. Había un aroma a paz.
Me uní a un coro, los Embajadores de Alabanza, en la Iglesia Luther Place, frente a N Street Village, lo que me animó a cantar y aprender canciones espirituales. Asistía a un estudio bíblico una vez por semana y recitaba la oración de la serenidad a diario. Esta práctica despertó en mí un sentimiento espiritual y me llevó a vivir una vida más espiritual.
Finalmente, noté un cambio más positivo en mí. Caminé por un camino diferente, rodeada de personas que habían cambiado sus vidas igual que yo. Pero lo más importante de todo mi camino fue que comencé a sonreír.